mayo 14, 2025

A través del estudio del libro de Daniel, hemos estado aprendiendo sobre la fe, la confianza en Dios y su trato con sus siervos. Pero en Daniel capítulo 4, ocurre algo interesante. Este capítulo nos muestra cómo Dios trató con alguien que no lo conocía; con alguien orgulloso e idólatra como lo fue el rey Nabucodonosor. Este capítulo nos enseña a evitar la arrogancia, a reconocer la soberanía de Dios y a comprender que Él designa gobernantes según su propósito eterno.

Daniel 4 es un capítulo único porque no fue escrito por Daniel, sino por el propio Nabucodonosor, un rey gentil. Este hecho lo hace un pasaje extraordinario, ya que es raro que un autor no hebreo contribuya a las Escrituras. También, algunas evidencias en el texto sugieren que Nabucodonosor pudo haber llegado a reconocer a Dios, posiblemente incluso experimentando una conversión.

Salutación y proclamación

Daniel 4:1-2: “Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Me ha parecido bien anunciar las señales y prodigios que el Dios Altísimo ha obrado conmigo”. 

Este comienzo se asemeja a las cartas de Pablo o Pedro, quienes a menudo deseaban gracia y paz. El deseo de Nabucodonosor de una paz multiplicada sugiere una transformación interior. Él no solo desea calma militar, sino también paz del corazón. Comparemos esto con 1 Pedro 1:2, que dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas”. Este saludo indica que Nabucodonosor era un hombre diferente del que conocimos en el capítulo 1.

En el versículo 3, continúa diciendo: “¡Cuán grandes son sus señales, y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es reino eterno, y su dominio de generación en generación”. Sus palabras hacen eco de los Salmos, alabando a Dios como lo hizo David. Este cambio muestra un corazón tocado por Dios, que reconoce su reino eterno. 

Notemos que en Daniel 2, Nabucodonosor soñó con una estatua con cabeza de oro que representaba su reino. Luego, en el capítulo 3, hizo una enorme imagen de oro, quizás desafiando la profecía de que su reinado era temporal. Pero ahora, tras un encuentro divino, reconoce que solo el reino de Dios es eterno.

Los sabios sin sabiduría

Los versículos 4-5 describen su estado antes del sueño: «Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y floreciente en mi palacio. Vi un sueño que me asustó, y los pensamientos en mi cama y las visiones de mi cabeza me turbaron». 

La palabra «floreciente» se conecta con la imagen de un árbol en el sueño. Al igual que el sueño del capítulo 2, este perturbó y agitó su espíritu. Su turbación indicaba que el sueño era un mensaje divino que demandaba atención inmediata.

En el versículo 6, el rey convocó a los sabios de Babilonia —magos, astrólogos y caldeos— para que interpreteran el sueño. Pero no pudieron revelarle nada al rey. Estos hombres, versados ​​en conocimiento espiritual y ocultista, desconocían los caminos de Dios. Y quizás fueron honestos, porque temían la ira de Nabucodonosor si se inventaban una falsa interpretación.

Versículo 8: «Por fin Daniel vino ante mí (su nombre es Beltsasar, conforme al nombre de mi dios; en él está el Espíritu del Dios Santo), y le conté el sueño». 

Nabucodonosor aún se aferraba a sus creencias paganas, llamando a Daniel por su nombre babilónico y haciendo referencia a «dioses santos». Sin embargo, reconocía que había algo único en Daniel. Era el Espíritu del Dios Santo, distinto a las falsas deidades de la mitología babilónica. Esta actitud sugería que estaba cerca de la verdadera fe, pero todavía no reconocía plenamente al único Dios verdadero.

El relato del sueño

En los versículos 10-12, Nabucodonosor relata el sueño: "Vi un árbol en medio de la tierra, y su altura era grande. El árbol crecía y se hacía fuerte; su altura llegaba hasta los cielos, y se podía ver hasta los confines de toda la tierra. Su follaje era hermoso, su fruto abundante, y en él había alimento para todos". Este árbol proporcionaba sombra a las bestias y nido a las aves, sustentando toda la vida.

En el versículo 13, un "vigilante, un santo", desciende del cielo, una figura angelical. En el versículo 14 ordena: "Corten el árbol, despojen sus ramas, deshojen sus hojas y esparzan su fruto. Que huyan las bestias de debajo de él, y las aves de sus ramas". 

Luego el sueño pasa de describir a un árbol a mencionar las caracteristicas un hombre. Su corazón se transforma en el de una bestia por siete tiempos. O siete años, ya que "tiempos" suele significar años en el libro de Daniel (véase el capítulo 7). 

Los vigilantes

El versículo 17 explica: "Esto es por decreto de los vigilantes, y decisión por palabra de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, lo da a quien él quiere y pone sobre él al más humilde de los hombres". 

Este sueño revela que los vigilantes (posiblemente una clase especial de ángeles) participan en el decreto de Dios. A Dios le place involucrar a sus siervos celestiales en sus planes y propósitos. El propósito del decreto era claro: enseñarle a Nabucodonosor y a todo el mundo que Dios hace su voluntad en los reinos humanos. Que el nombra gobernantes, incluso a los indignos, para llevar a cabo su propósito.

En el versículo 18, Nabucodonosor instó a Daniel a interpretar, confiando en su visión divina.

Daniel llamado a interpretar el sueño

El versículo 19 dice que Daniel quedó atónito durante una hora, preocupado por el significado del sueño. Deseaba que el mensaje fuera para los enemigos del rey. Con esta actitud mostraba preocupación por Nabucodonosor a pesar de que Daniel había sido llevado cautivo a causa de él. 

Daniel explica en los versículos 20-22: «El árbol que viste, que crecía y se fortalecía… eres tú, oh rey, quien has crecido y te has fortalecido, porque tu grandeza ha crecido y llega hasta los cielos, y tu dominio hasta los confines de la tierra». El imperio de Nabucodonosor le proporcionó refugio y sustento a muchos pueblos, como el árbol sustentaba las aves, pero su orgullo trajo el juicio de Dios.

En los versículos 24-25, Daniel interpretó la orden del vigilante. «Esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo. Te expulsarán de entre los hombres, con las bestias del campo será tu morada, y te harán comer hierba como a los bueye. Hasta que sepas que el Altísimo gobierna en el reino de los hombres». 

La riqueza y el poder inflaron su ego, haciéndole creer que era grande a causa de su fuerza e inteligencia. La advertencia de Dios buscaba humillarlo, antes que fuera demasiado tarde.  

Daniel lo instó al arrepentimiento en el versículo 27. «Oh rey, acepta mi consejo; abandona tus pecados siendo justo, y tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres. Quizás tu prosperidad se prolongue». Daniel esperaba que la humildad y la justicia retrasásen el juicio. 

Cumplimiento del sueño

Sin embargo, el versículo 29 revela que doce meses después, Nabucodonosor olvidó la advertencia del profeta. Paseando por su palacio real, se jactó, diciendo: «¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para morada real con mi gran poder y para gloria de mi majestad?». 

El esplendor de Babilonia, incluyendo los Jardines Colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo, alimentó su altivez y orgullo. Hallazgos arqueológicos, como cilindros de arcilla del reinado de Nabucodonosor, confirman sus enormes proyectos de construcción. Esos escritos registran con alardes sus logros.

En el versículo 31 – El rey no había terminado de hablar cuando una voz del cielo le dijo, «Rey Nabucodonosor, a ti se te dice: ¡El reino se ha apartado de ti!». 

El juicio repite el decreto del sueño, y el versículo 33 dice: «En aquella misma hora se cumplió la palabra… fue expulsado de entre los hombres y comía hierba como los bueyes; su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves». 

Esta condición, posiblemente boantropía (un trastorno mental en el que uno cree ser un buey), duró siete años. Dios humilló al rey más poderoso del mundo para enseñarle que el orgullo es detestable, y que solo Dios es grande.

Restauración y alabanza de Nabucodonosor a Dios

Después de siete años, el versículo 34 relata la restauración de Nabucodonosor: «Al fin del tiempo yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive para siempre». 

Al mirar al cielo, recuperó la cordura y alabó el dominio eterno de Dios. El versículo 35 añade: «Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; Él obra según su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra». 

Las expresiones de Nabucodonosor sugieren una posible conversión, ya que llama a Dios «Rey del cielo» en el versículo 37.

Sorprendentemente, el versículo 36 no solo dice que su reino fue restaurado, sino que le fue dado mayor majestad y grandeza. Dios preservó su trono, evitando que sufriera la traición durante su locura, un testimonio de la misericordia divina. 

Versículo 37 – Nabucodonosor concluye diciendo: «Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y honro al Rey del cielo, cuyas obras son todas verdaderas y sus caminos justos. Y a los que andan con soberbia él los puede humillar». 

La transformación de este rey resalta la capacidad de Dios para humillar a los soberbios, y con su humillación, lo pone de ejemplo a todos los gobernantes.

Este capítulo enseña que Dios gobierna sobre los reinos humanos, nombrando líderes para sus propósitos, incluso cuando no los entendemos.

Cuidémonos del orgullo, imitemos la humildad de Cristo y sirvamos a los demás, sabiendo que el cielo gobierna.

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