abril 23, 2025

Gracia y paz os sean multiplicadas en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Hoy, exploraremos el capítulo 3 de Daniel, que demuestra la valentía y la fe de tres hombres hebreos que se negaron a inclinarse ante la imagen de oro del rey Nabucodonosor. Los nombres originales de estos varones eran Ananías, Misael, y Asarías, pero son más conocidos por sus nombres babilonios Sadrac, Mesac, y Abedgego.

El capítulo comienza con el rey Nabucodonosor erigiendo una enorme imagen de oro en la llanura de Dura en Babilonia. Las dimensiones de la imagen son sorprendentes: sesenta codos de alto y seis codos de ancho. Estas medidas, en las que aparece en gran medida el número seis, tienen un significado profético, ya que el seis se asocia a menudo con el hombre pecador en la numerología bíblica.

Luego, Nabucodonosor emite un decreto según el cual, siempre que se escuche el sonido de diversos instrumentos musicales, todos deben postrarse y adorar la imagen de oro. El castigo por la desobediencia es severo: muerte inmediata al ser arrojado a un horno de fuego. Este acto de adoración forzada presagia eventos similares profetizados para el fin de los tiempos, en particular la marca de la bestia mencionada en Apocalipsis.

Apocalipsis 13 dice que la bestia, que es el anticristo, ordenará al mundo que adore su imagen. Aquellos que se nieguen no podrán comprar ni vender.

Sadrac, Mesac y Abednego, que habían sido promovidos previamente en el reino de Nabucodonosor junto con Daniel, se niegan a inclinarse ante la imagen. Como estos judíos eran envidiados por algunos caldeos, su desafío es informado al rey, quien se enfurece por su desobediencia.

El rey ordena a sus guardias que los lleven ante él. Cuando se dirige a ellos, les da otra oportunidad para obedecer. Sin embargo, se mantienen firmes en su convicción, pronunciando una de las declaraciones de fe más poderosas de la Biblia:

"Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo, y de tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua de oro que has levantado".

Esta respuesta demuestra su absoluta confianza en el poder de Dios para salvarlos, así como su compromiso de permanecer fieles incluso si Él decide no intervenir.

Enfurecido por su negativa, Nabucodonosor ordena que el horno se caliente siete veces más de lo normal. Los tres hombres son atados y arrojados al horno ardiente, y el calor es tan intenso que mata a los soldados que llevan a cabo la ejecución.

Lo que sucede a continuación asombra al rey. Nabucodonosor ve a cuatro hombres caminando ilesos en el fuego, y el cuarto parecía "un hijo de los dioses". Esta intervención milagrosa demuestra el poder de Dios para proteger a sus siervos fieles incluso en las circunstancias más extremas.

Nabucodonosor llama a Sadrac, Mesac y Abednego para que salgan del horno, y todos los presentes son testigos de que el fuego no tuvo ningún efecto sobre ellos; ni siquiera el olor del humo se adhería a sus ropas.

Atónito por esta protección divina, Nabucodonosor alaba al Dios de Sadrac, Mesac y Abednego. Reconoce que ningún otro dios puede salvar de esta manera y emite un decreto que prohíbe a cualquiera hablar en contra de su Dios. El rey luego promueve a los tres hombres a puestos más altos en la provincia de Babilonia.

Daniel 3 es un poderoso testimonio de la fuerza de la fe y la soberanía de Dios. Anima a los creyentes a mantenerse firmes en sus convicciones, a confiar en el plan de Dios y a recordar que Él siempre está presente, incluso en los "fuegos" más feroces de la vida. La historia de Sadrac, Mesac y Abednego continúa inspirando y desafiando a los lectores de hoy, recordándonos el poder de la fe inquebrantable frente a la adversidad.

Puede encontrar el estudio del capítulo 2 aquí.

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