octubre 14, 2025

En este estudio bíblico seguimos nuestra serie sobre el libro de Daniel, enfocándonos en la última visión del profeta en el capítulo 10.En este estudio bíblico seguimos nuestra serie sobre el libro de Daniel, enfocándonos en la última visión del profeta en el capítulo 10.

Mientras que el capítulo anterior fue bastante intenso y detallado, el 10 es más corto pero rico en revelaciones espirituales, especialmente en lo que respecta a las promesas de Dios para los tiempos finales y las batallas espirituales detrás de los conflictos mundiales. También destaca la conexión entre el trato de Dios con Israel y la iglesia. 

El escritor comienza situando la visión en el tercer año del rey Ciro de Persia. Este momento es históricamente significativo. El texto sugiere que los registros de Daniel abarcan muchos años. Reflejan su vida desde el cautiverio cuando era joven. Con el tiempo, se convirtió en un profeta maduro. Esta madurez se alcanzó al final de los 70 años de exilio.

Daniel dice que se le reveló una palabra verdadera, a pesar del "gran conflicto". El término hebreo para conflicto puede referirse a la guerra espiritual que involucra ejércitos angelicales. Los comentaristas señalan que este capítulo sirve como introducción a las profecías reveladas en los capítulos 11 y 12. 

El profeta explica que estuvo afligido durante tres semanas, ayunando sin comer delicias, carne ni beber vino, ni ungirse con aceite. Este fue un ayuno temporal y simboliza una profunda aflicción de su alma mientras intercedía por su pueblo. En su oración, Daniel buscaba la guía de Dios y el cumplimiento de Sus promesas. 

En el día 24 del primer mes (Nisán, que corresponde a marzo o abril, cerca de la Pascua), Daniel fue a la orilla del gran río Tigris (Hidekel). Este momento preciso muestra la dedicación del varón de Dios durante un período sagrado. Fue ahí que recibió su última visión. 

Daniel vio a un hombre glorioso vestido de lino. Este tenía un cinturón de oro de un lugar misterioso llamado Ufas (quizás Ofir, una fuente bíblica de oro fino). Su cuerpo brillaba como una piedra preciosa (posiblemente un mineral como el berilo), su rostro era como un relámpago. Sus ojos eran como antorchas de fuego, sus brazos y pies como bronce bruñido, y su voz parecía el estruendo de una multitud. La apariencia de esta figura es muy similar a la del Señor Jesucristo en Apocalipsis 1. A pesar de esto, varios exegetas argumentan que la criatura es un ángel y no Cristo mismo. 

Los que acompañaban a Daniel huyeron aterrorizados y solo él vio la visión. Dios a menudo concede tales revelaciones a Sus siervos en soledad para un mayor impacto y fortalecimiento personal. Daniel estaba abrumado y se desmayó, incapaz de mantenerse firme debido al poder que emanaba del ángel. 

Entonces, una mano tocó al profeta, fortaleciendo y animándolo a ponerse de pie. Este contacto de un ser celestial tranquilizó a Daniel y lo preparó para recibir el mensaje. La idea de que ángeles ministradores fortalezcan a los siervos de Dios se encuentra en otros pasajes de las Escrituras. Vemos, por ejemplo, cuando un ángel fortaleció a Jesús en Getsemaní durante su sufrimiento. 

Se le dijo a Daniel que no temiera. Sus oraciones habían sido escuchadas desde el primer día que se humilló, pero el mensajero fue retrasado 21 días por la oposición del "príncipe de Persia". Este no era un príncipe humano, sino un gobernante espiritual operando en ese reino. Esta oposición requirió la intervención de Miguel, uno de los principales príncipes, que vino a ayudar. 

Esta escena revela que hay una profunda guerra espiritual detrás de los eventos terrenales. Los principados o gobernantes espirituales influyen en los gobiernos terrenales. La jerarquía angelical de Dios, con Miguel como protector de Israel, interviene en favor del pueblo de Dios. La intercesión de Daniel estaba relacionada con Israel, y por esto Miguel fue designado como su defensor. 

El mensajero angelical permaneció con los reyes persas para contrarrestar la influencia del principado opositor y sostener el plan de Dios. Después del conflicto con Persia, el ángel profetiza una batalla con el "príncipe de Grecia", señalando a futuras potencias mundiales que influirían en el destino de Israel. 

Así, Daniel recibe una línea de tiempo profética de las naciones que controlan Israel, cada una influenciada por gobernantes espirituales correspondientes. Esto es consistente con visiones anteriores, como el símbolo del cuerno que representa a Antíoco Epífanes, un tipo del Anticristo. En su tiempo, este estuvo bajo la influencia del príncipe de Grecia. 

A pesar de las fuerzas del mal, Dios sostiene a Su pueblo a través de fuerzas celestiales como el arcángel Miguel. La visión recuerda a los creyentes que los actuales conflictos globales tienen raíces en la guerra espiritual, pero la soberanía de Dios sobre los principados asegura la victoria final. 

El ángel le dice a Daniel que debe regresar para continuar luchando estas batallas espirituales, pero que le informará lo que está escrito en el "libro de la verdad", un registro celestial de eventos futuros concernientes a su pueblo. Esto indica que el conocimiento íntimo de Dios sobre la historia y el destino futuro está registrado en el cielo. 

La mayoría de las profecías reveladas a Daniel ahora son historia cumplida con precisión. Para nosotros hoy, esto anima la fe y la vigilancia, confiando en el plan soberano de Dios a través de las pruebas hacia el regreso triunfante de Cristo. 

El capítulo concluye con un solemne recordatorio de que nadie ayuda al ángel excepto Miguel, el príncipe de Israel, reforzando el papel protector del líder angelical principal de Dios sobre Su nación escogida. 

En conclusión, esta palabra profética exhorta a los creyentes a confiar en el poder de Dios en medio del caos, perseverar en la oración y la fe, y esperar el cumplimiento de todas Sus promesas. Que Dios nos fortalezca con Su Espíritu y nos mantenga fieles hasta que Jesús regrese. Amén. 

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