junio 20, 2025

En este estudio continuamos nuestro viaje por el libro de Daniel, enfocándonos en el capítulo 7. Aquí se nos da una visión profética del Hijo de Dios y del destino de los reinos gentiles.

Daniel 7 nos muestra cómo Dios dirige los acontecimientos de las naciones y los reinos del mundo. Aunque el mundo está bajo el maligno (1 Juan 5:19), Dios permite y dirige lo que sucede para cumplir su propósito, especialmente con su pueblo. Por ejemplo, el pueblo judío fue al cautiverio en Babilonia debido a su desobediencia, como profetizaron Jeremías y otros, pero Dios también prometió restauración.

Una perspectiva espiritual

En este capítulo, Daniel recibe una visión que revela el plan eterno de Dios para acabar con el pecado y la maldad en la Tierra. Este capítulo tiene similitudes con el capítulo 2, donde Nabucodonosor vio una estatua compuesta de varios metales, cada uno representando un reino. Sin embargo, mientras en el capítulo 2 la visión es desde la perspectiva humana—los reinos vistos como metales preciosos y el reino de Cristo como una simple piedra—en el capítulo 7, Daniel ve los reinos como bestias feroces y al Hijo de Dios como un hijo de hombre. Aquí, la perspectiva es espiritual, mostrando la verdadera naturaleza de los imperios humanos.

El libro de Daniel se divide en dos partes: los capítulos 1 al 6 relatan historias y narraciones sobre Daniel en Babilonia, mientras que del 7 al 12 se presentan visiones apocalípticas. Además, el libro está escrito en dos idiomas: arameo (capítulos 2 al 7) y hebreo (capítulos 1, 8 al 12). Cronológicamente, el capítulo 7 ocurre alrededor del año 556 a.C., antes de la caída de Babilonia, que sucede en el capítulo 5 (539 a.C.).

El tiempo de la visión

Daniel 7 comienza con una visión que el profeta tuvo en el primer año de Belsasar, rey de Babilonia. Daniel relata lo principal de su sueño, que ocurre mientras Belsasar es corregente junto a su padre Nabónido. En la visión, Daniel ve los vientos del cielo combatiendo en el gran mar. En la Biblia, los vientos usualmente simbolizan fuerzas espirituales o conflictos que afectan a las naciones. Pero el mar representa a los pueblos y multitudes (Apocalipsis 17:15).

En medio de esta agitación, Daniel ve surgir cuatro grandes bestias, diferentes entre sí, que suben del mar. Esto simboliza cómo los grandes imperios surgen a través de conflictos y agitaciones, tanto políticas como espirituales. Detrás de los acontecimientos humanos hay fuerzas espirituales en acción. Y Dios permite que estos imperios surjan hasta cierto punto para cumplir su plan.

La primera bestia

La primera bestia es como un león con alas de águila. Sus alas son arrancadas, se pone de pie como hombre y recibe un corazón de hombre. Esta bestia representa a Babilonia y a Nabucodonosor. El león era el símbolo de Babilonia, y las alas de águila simbolizan la rapidez de sus conquistas. El hecho de que las alas sean arrancadas indica que Dios limita su avance. Tras la muerte de Nabucodonosor, los reyes que le siguieron no tuvieron el mismo poder, y el imperio cayó. La expresión “corazón de hombre” simboliza la humillación y restauración de Nabucodonosor, como se narra en el capítulo 4.

La segunda bestia

La segunda bestia es semejante a un oso, que se alza de un costado más que del otro y tiene tres costillas en la boca. Se le ordena: "Levántate, devora mucha carne". Este oso representa al imperio Medo-Persa. El hecho de que se alce más de un lado indica que Persia superó en poder a Media. Las tres costillas pueden simbolizar las principales conquistas del imperio: Lidia, Babilonia y Egipto.

La tercera bestia

La tercera bestia es como un leopardo con cuatro alas de ave y cuatro cabezas. A esta bestia se le da dominio. Representa al imperio griego y a Alejandro Magno, cuya rapidez en la conquista se simboliza con las alas. Tras la muerte de Alejandro, su imperio se divide en cuatro partes, representadas por las cuatro cabezas. Las cuatro cabezas representan los cuatro generales de Alejandro:  Ptolomeo I Sóter, Casandro, Seleuco I Nicátor, y Lisímaco. Estos se dividieron el reino en cuatro partes. 

La cuarta bestia

La cuarta bestia es terrible, espantosa y muy fuerte, con grandes dientes de hierro y diez cuernos. Es diferente de las anteriores y devora, desmenuza y pisa lo sobrante. Esta bestia simboliza al imperio romano, conocido por su brutalidad y poder. Los diez cuernos representan diez reyes o reinos que surgirán de este imperio.

Mientras Daniel contempla los cuernos, surge otro cuerno pequeño, ante el cual caen tres de los primeros cuernos. Este cuerno pequeño tiene ojos de hombre y una boca que habla grandes cosas. Representa a un líder futuro, a menudo identificado como el Anticristo, que se levantará en los últimos tiempos y desafiará a Dios y a su pueblo.

El Anciano de Días

En medio de esta visión, Daniel ve que se colocan tronos y el Anciano de Días (Dios) se sienta. Su vestidura es blanca como la nieve y su cabello como lana pura. Un río de fuego sale delante de él, y millares le sirven. Se abren los libros y se juzga a las bestias. La cuarta bestia es destruida y su cuerpo entregado para ser quemado.

Luego, Daniel ve en las nubes del cielo a uno como hijo de hombre, que se acerca al Anciano de Días y recibe dominio, gloria y reino. Su dominio es eterno y no pasará, y su reino no será destruido. Este "hijo de hombre" es una referencia profética a Jesucristo, quien recibirá el reino eterno tras el juicio de los reinos humanos.

Explicación de la visión

Daniel queda turbado por la visión y pide explicación a uno de los asistentes celestiales. Se le dice que las cuatro bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra, pero que los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán para siempre. El ángel explica que la cuarta bestia será un reino diferente, que devorará toda la tierra, y de él surgirán diez reyes, seguidos por otro que será diferente y subyugará a tres reyes. Este último hablará contra el Altísimo, oprimirá a los santos y cambiará los tiempos y la ley, pero su dominio será quitado y destruido.

A los santos del Altísimo se les dará el juicio, y ellos poseerán el reino. Así termina la visión, dejando claro que, aunque los imperios humanos surgen y caen, al final Dios establecerá su reino eterno a través del Mesías.

Conclusión

En resumen, Daniel 7 nos muestra el panorama de la historia mundial desde la perspectiva divina: los imperios humanos, por poderosos que sean, son temporales y están bajo el control de Dios. Al final, Dios dará el reino a los santos y el Hijo de Dios, Jesucristo, gobernará y tendrá dominio eterno y universal.

Este capítulo es fundamental para entender la profecía bíblica y la soberanía de Dios sobre la historia. Nos recuerda que, aunque el mal y la injusticia parezcan prevalecer, Dios tiene un plan perfecto y definitivo para establecer su justicia y su reino en la tierra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Share via
Copy link