julio 27, 2024
Uno de los nombres de nuestro Señor Jesucristo revelan su deidad y su gran poder.

En Juan 1:1 encontramos una de las escrituras más profundas de la Biblia. El texto dice: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.»

En primer lugar, notemos que el autor no nos dice a qué principio se refiere, sino que da por sentado que el lector debe comprender de cuál principio se está hablando. Esta palabra, el principio, viene del griego arche que significa, 1) principio, origen; 2) la persona o cosa que comienza, la primera persona o cosa en una serie, el líder; 3) aquello por lo que cualquier cosa comienza a ser, el origen, la causa activa.

Vemos, pues, que esta palabra nos habla del comienzo del tiempo cuando tuvo origen el universo; el punto de partida de donde se inician todas las cosas. Pero cuando hablamos del tiempo, también este concepto nos deja con más preguntas sin respuestas, ya que hay una gran diferencia entre como Dios y el hombre perciben el tiempo. De todos modos, lo importante es saber que desde el principio, ya el Verbo estaba ahí.

La palabra Verbo proviene del griego Logos que significa «palabra», pero que también tiene otras aplicaciones en el N.T.

Por ejemplo, en las siguientes citas bíblicas veremos como logos se traduce al español:
Mateo 5:37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Mateo 7:24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
Mateo 12:36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Mateo 28:15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

Logos se refiere al uso en el discurso o al hablar y también en conceptos de la mente. Según el diccionario bíblico de Vine, esta palabra denota «la expresión del pensamiento.» Es decir que Cristo es la expresión del pensamiento o del corazón de Dios Padre. Cuando una persona habla, en su voz se manifiesta lo que está en el interior, en su corazón.

Nuestro Señor Jesús dijo: «porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Luc. 6:45). Cuando Dios creaba todas las cosas lo hacía a través del Verbo. «Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz» (Gen. 1:3). En esas palabras, pronunciadas por Dios, estaba Cristo. Por esto Juan declara que sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 1 Corintios 8:5

Colosenses 1:15-18
15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

Jesucristo es el logos; la palabra del Dios viviente. Es por esto que en sus palabras hay poder. Él dijo: mis palabras son espíritu y son vida. Si queremos ser creyentes victoriosos debemos comprender que en la Palabra de Dios hay un poder sobrenatural terrible. Un poder que levanta al caído, que rompe las cadenas, que da vida a los muertos.

Hebreos capítulo 1:3 dice que Cristo, es el resplandor de la gloria de Dios, y la imagen de su sustancia, «y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…» Todo este vasto universo con sus leyes físicas y los misterios que hay en él subsisten por lo que Dios ha declarado.

Asimismo en la vida espiritual, si estamos de pie en este camino de tantas luchas y pruebas es porque Cristo, el Logos, nos sostiene por su palabra. Por lo cual no hay que temer venga lo venga contra nosotros, porque así como Cristo venció la tentación diciéndole al enemigo «escrito está» (Mat.4:4), así también nosotros podemos vencer en la adversidad. Nuestro Señor Jesucristo ha dicho «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Luc. 21:33).

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