diciembre 2, 2024

Juan 13:3-5

Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego  puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos,  y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.

Cuando conoces tu identidad espiritual puedes humillarte hasta la sumo sabiendo que tu valor proviene de Dios. En estos últimos tiempos tenemos muchos jóvenes en la iglesia que no saben cual es su identidad en el cuerpo de Cristo. Cantan, adoran, levantan las manos, pero hacen estas cosas sin saber porque. Si no conocemos cual es nuestra herencia en Dios y cual es nuestro origen, no seremos capaces de humillarnos para hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas. El texto que acabamos de leer nos muestra que antes de que Jesús se levantara de la mesa a lavar los pies de sus discípulos, él supo qué había recibido del Padre y cual era su origen. Fue después de esto que entonces se levantó de la mesa, despojándose de su manto y tomando la toalla del siervo. Él supo tres cosas importantes que le permitieron humillarse ante sus siervos.

Lo primero que Jesucristo conoció es que el Padre le había todas las cosas en sus manos.  Este conocimiento es importante, porque si él era el dueño de todo lo que hay podía humillarse para gloria de Dios, conociendo que no perdía nada al lavar los pies de aquellos que le servían. También nosotros, los que hemos creído en él, somos participantes de la herencia de nuestro Señor. En Romanos 8:17 dice: "Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados."  Es decir que también todo aquel que es lavado con la sangre de Jesús hereda todas las cosas. Pero notemos que solo el que está dispuesto a padecer con Cristo, puede heredar con Cristo.  En ese mismo capítulo en el versículo 32 dice: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" Es necesario que la iglesia de hoy este consiente de cual es la herencia que tenemos en Cristo, la cual ya empezamos  a disfrutar en parte al ser sellados con el Espíritu Santo. Pablo les dice a los corintios "porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, se lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios." (1 Corintios 3:21-23).

La segunda verdad que Jesús conocía en su espíritu es que él había salido de Dios. El hecho de que haya dejado la mesa para hacer el trabajo de un siervo y lavar los pies de los discípulos, no cambiaba la realidad de su origen y su naturaleza. Él había salido de Dios. Si el creyente no está seguro de su nuevo nacimiento, no podrá humillarse para hacer el trabajo de un siervo. Todo aquel que cree y recibe al Señor como su Salvador es hecho hijo de Dios y es engendrado por la voluntad de Dios (Juan 1:12-13). Tenemos muchos jóvenes que se crían en la iglesia pero no conocen al Señor. Están siempre en el templo, pero aun no han nacido de nuevo. Jesús le dijo a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es." (Juan 3:5-6). Cuando eres nacido de nuevo tienes convicción. Estas dispuesto a padecer persecución y morir por la causa de Cristo. El que es religioso solamente no puede permanecer en el momento de dificultad, cuando la vida está en peligro por causa de la palabra de Dios. Los mártires que han dado su vida por no negar a Cristo, han conocido que han nacido de Dios y este conocimiento les da la fortaleza para morir en la hoguera, para ser apedreados o morir crucificados por amor a Cristo.

El tercer punto que Jesús reconoce en su corazón es que él sabía que a Dios iba. Jesús sabía que pronto volvería a las alturas para estar con el Padre. Si sabemos que al partir de esta vida, estaremos viendo el rostro de nuestro Dios, para estar con él para siempre, entonces que importa las humillaciones que tengamos que pasar y los dolores que tengamos que padecer. El sufrimiento y dolor que pasemos en esta vida por la causa de Cristo no es para siempre. Un día iremos para estar con nuestro Padre celestial. Al conocer esta verdad en nuestros corazones entonces estaremos dispuestos a humillarnos ante nuestros hermanos para servirles en el área que Dios quiera.  Pablo reconoció su identidad en el Señor y el evangelio y dijo: "del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mí depósito para aquel día." (2 Timoteo 1:11-12).  Espero que Dios nos ayude a recibir revelación en nuestro espíritu, de cual es nuestra herencia, quienes somos en Dios, y cual es nuestro destino eterno. Que Dios nos ayude a ser como Jesús, sin ninguna altivez y dispuestos a servir.

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