¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. 12 Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; 13 fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
Una de las palabras más temibles en la Biblia es “ay.” Como nos dice el diccionario de español, esta palabra se usa “para expresar muchos y muy diversos movimientos del ánimo, y más ordinariamente aflicción o dolor.”
Este vocablo denota pena, temor, conmiseración o amenaza. Pero cuando encontramos este quejido o suspiro en la palabra de Dios, sabemos que el fin de aquellos a quienes se les habla es de perdición y condenación de sus almas.
Hay un lamento de parte de Dios para aquellos que habiendo conocido la verdad, luego se extravían y se rebelan contra el Señor. Es lamentable que haya personas que habiendo seguido el camino del evangelio, luego caigan en el engaño de Satanás.
Dice el escritor que han seguido el camino de Caín. En el libro de Génesis capítulo 4 tenemos la historia de la ofrenda que Caín y su hermano Abel trajeron al Señor, y como la ofrenda de Abel fue aceptada, mientras que la de Caín fue rechazada por Dios.
Cuando Caín vio esto, su corazón se llenó de odio y de envidia contra su hermano. Ese odio lo llevó a cometer el primer homicidio entre los hombres. Lo que quiere decir que toda persona que engaña a los hermanos con falsa doctrina se convierte en asesino espiritual.
Sin embargo, los “soñadores apóstatas” no solo siguen el camino de Caín, sino que también caen en el error de Balaam, el profeta que se alquiló a los enemigos del pueblo de Israel (Números 22:1-35).
Balac, rey de Moab, le pidió a Balaam que maldijera al pueblo de Israel para ver si de esa manera él pudiera destruirlo en batalla. Pero cuando Balaam consultó a Jehová, el Señor le prohibió tajantemente que hiciera tal cosa.
Aun así, Balaam tenía tanto amor al dinero, que él siguió insistiendo por el permiso de Dios para atender a la petición de Balac. La codicia es uno de los males más grandes que amenaza a los ministros de Dios. El amor al dinero hace que muchos siervos de Dios que comenzaron bien en el ministerio, luego terminen negociando con las ovejas que Dios les había entregado.
En el caso de Balaam vemos que cuando él no pudo maldecir al pueblo de Dios, entonces le enseñó a sus enemigos como hacerlos tropezar para que Dios mismo los destruyera por su desobediencia (Apocalipsis 2:14; Números 31:16).
Cuando el corazón de un predicador o maestro de la palabra de Dios se llena de codicia, será capaz de torcer lo que dice la Biblia, siempre y cuando le sea de beneficio personal.
Judas también hace mención de Coré, otro rebelde que pereció por haberse levantado contra Dios. En Números 16:1-35 tenemos el caso de Coré, Datán, y Abirám quienes se rebelaron contra el liderazgo de Moisés y Aarón.
Estos hombres estaban cansados de estar bajo la autoridad que Dios había establecido y no reconocían la investidura que estaba sobre Moisés. Querían ver un cambio de administración, y en su altivez, sugerían que ellos como levitas también eran dignos de ocupar ese lugar de autoridad.
Lo que estos hombres no sabían es que cuando uno se opone a la autoridad que Dios ha establecido, se está oponiendo a Dios mismo.
Romanos 13:1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
El resultado de la rebelión es la muerte. La Biblia nos dice que Coré y sus seguidores perecieron al ser tragados vivos por la tierra.
En los siguientes versículos, Judas nos da varias características de los perversos que entran para traer división y engaño en la congregación.
Veamos qué son estos hombres para Dios:
Manchas en vuestros ágapes… Los ágapes o “fiestas de amor” eran reuniones de comunión y confraternidad entre los hermanos, en las que se reunían para fortalecerse en la fe y en las que siempre compartían alimentos unos con otros.
Nubes sin agua – Cuando uno está en un desierto y el cielo está bien nublado, se espera que esas nubes traigan la lluvia que sacie la sed de los que languidecen por falta de agua. Pero cuando a pesar de que el cielo está oscuro a causa de las nubes, no cae ni una gota de agua, las nubes solo han servido para crear un día tenebroso y desalentador.
Asimismo, toda persona que viene como maestro de la Biblia, prometiendo darles a los oyentes una gran revelación de la Palabra, y trae un mensaje contrario a la sana doctrina, es una gran decepción para las vidas que esperan el refrigerio que da la Palabra de Dios.
Árboles otoñales – Otra caracteristica del predicador o maestro apostata es que es parecido al árbol que pierde su hojas y frutos en el otoño, que no provee alimento al hambriento ni una sombra donde uno pueda cobijarse.
Judas añade que son árboles dos veces muertos y desarraigados. Tienen doble muerte porque, en primer lugar, ellos recibieron vida cuando el mensaje del evangelio los vivifico, pero después que cayeron en apostasía, volvieron a caer en muerte espiritual.
Fieras ondas del mar – Otra descripción de aquellos que llevan a un pueblo o una persona al error es que son como las olas de una tormenta que no se pueden detener, trayendo ruina y destrucción por doquiera que van.
Estrellas errantes – Se les llama estrellas porque pretenden emitir luz a los que están en tinieblas, pero a diferencia de las estrellas que mantienen una posición firme en el firmamento, estos maestros andan de un a lado a otro, destinados para las tinieblas de la condenación.
No olvidemos que el mensaje que el Espíritu Santo nos quiere transmitir en esta epístola es que debemos velar para que no perdamos la fe que una vez nos fue dada a través del evangelio de Cristo.